El 15 de agosto de 1945, pocos días después de los bombardeos atómicos sobre Hiroshima y Nagasaki, Japón se rendía a las potencias aliadas, poniendo fin a la Segunda Guerra Mundial e iniciándose un periodo de ocupación en el que los vencedores se preocuparon más de "domar a la bestia" que de organizar una verdadera represión ―tan sólo siete supuestos criminales de guerra fueron condenados a muerte―. A la vez que se pretendió inutilizar militarmente a Japón, se puso especial empeño en emprender una verdadera revolución ideológica que terminara d
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